FICCIÓN, LITERATURA


Cali, sueño atravesado por un río, es actualmente la ciudad con los más altos índices de violencia de Colombia. La literatura negra nuevamente nos deja entrever las líneas sociales que subyacen allí. Esta vez traemos "Negocios de Dick Tracy en Siloé", de Jaime Castaño y “Las cartas de Marsella” un cuento acerca de los Arcanos del Tarot y la mafia en una fiesta caleña de año nuevo, escrito por Eduardo Delgado Ortiz; nacido en Pasto y residenciado en Cali hace más de cuarenta años



 NEGOCIOS DE DICK TRACY EN SILOÉ


Jaime Castaño


Publicado originalmente por el MAGAZIN dominical, del diario EL ESPECTADOR







    “Bisnis of Dick Treicy in Siloco”. Lo de Si-lo-co: en el Taims salió: en el Bronx dicen: el mayor cagadero en el mundo es Siloé. Y yo: su sobreviviente. Estoy parado en las venas. “Duro-de-Matar-III”.


    Pero vea, ¿sabe qué?: la loma, elegante con las luces de diciembre, un pesebre. Por todo cansa y un día por puro destrabe, caminando joyerías de La 15 me parché frente a una vitrina elegante. En un rincón, sobre terciopelo negro, montoncitos de puntos blanquísimos donde nacía el arco iris. Una lindura. Me pregunté por qué no podía yo andar con un diamante. Toqué las posibilidades cargadas en mi bolsillo… nada de nervios, parce…
-¡Indira, mi-a-mor!


    Esa peladita no ha cumplido 14 y mirá el cuerpísimo que se gasta. Otro angelito que me tiene loco.


    -Tranquila, suegra. Cuando su hija anda conmigo tiene guardaespaldas propio. Señora, vaya con Dios. Yo voy con su hija.
Con gusto me daría tetero de glifosato hirviendo. Se me sindica de a-sal-ta-cunas. Película montada por envidiosos tele-espectadores, terrorismo verbal que le menten a las ho-no-ra-bles-sue-gras. Analice: aquí hay sardinas más bellas que muchas reinas hijas de papi y mami. Esa peladita, por ejemplo. Su vida: un cuento trágico. Tan pobre que hace las tareas en esas piedras, ahí en la calle. La más grande, le sirve de mesa, la más pequeña de silla. La otra vez salió en el periódico una foto con ella así: “Futuro incierto”, decía el titular. Como siga se graduará de sufrimientología. En este barrio hasta las mujeres son “Rodrigos D. No Futuro”.



    Vea, le hago el inventario de algunas llaverías mías:
Benévolo, Campeón Olímpico de la Pendejada. Gonzalo. El Sufrido Total. Tan sufrido que hasta la abuela parapléjica le pega. Comenzó la universidad, la dejó porque no tenía ni pa el bus.
Claudia, Cansona-y-Media. Será tan cansona que la mandan al colegio porque no se la aguantan en la casa. La mandan a la casa porque no la aguantan en el colegio.


    Stella y Sonia, Las Hermanitas Vitaminas. Unas retremendas. También les decimos Las Supertotales. Pa meterse con una de ellas hay que tomarse juicioso la sopita.


    Salieri, El Poeta. El alma se la mataron la soledad y la tristeza. El cuerpo, el alcohol impotable que se bebió un lunes de desesperanza. Está haciéndoles poesías a las Once Mil Vírgenes.


    Navarro, el Corroncho Más Querido Del Mundo. Un día se levanta en mitad de clase, le dice al profe: ¡No jodaaa, no voy a asistí maj a tu clase! Y el profe: ¿Sí por qué? I Navarro: Hombeee, pojque no lo necesito. He alcanzado a Dios. Y el cucho: Explíquese. Y Nava: Envídieme viejo, he conocido la plenitú. Eso suena bien, pero decírselo en clase de religión a un cura, y en un colegio de curas, ¡lo expulsaron!


    Javier, hermano, no te tomaste la avena: seguro no hubo plata pa comprarla, se te nota.


Luz Belly, los padres no la dejaban verse con el novio. Una noche se encerró en su cuarto, tomó un frasco de Baygón. Aguantó en silencio los dolores de la intoxicación hasta morir. Ahora los viejos pueden estar seguros, los novios no volverán a verse.
Isabel, anoche soñé que eras Cali. Y yo: el dueño de todas tus calles.


    Las mellizas, ¡uf! El cucho las hizo con espejo. Solo que en el mejor momento, cuando las estaba dibujando, se movió mucho: a una le quedó ese lunarcito junto a la boca. Son tan diablas: la sin lunar se lo pinta para quedar igual a la hermana e intercambiar los novios ¡Diablísimas!


    Rocío: Estoy pensando en amarte una vez más, pero mi corazón dice que no, Dice que no. Oh, oh, oh…


    El amor, parce. Quizá sea lo único que nos mantiene aquí. Y matarse dizque por amor. Será contra: para amar hay que estar vivos. Vivos incluso para morirse. Lo digo yo, que he estado a punto de irme varias veces. Están poseídas de ver tantas telenovelas: el basuco de las mujeres. Televidente: ¡plastifica tu mente! Cuando la vida es la película. El video total, Por eso me gusta tanto este parche. Cada uno, una novela de mundología escrita en el sufrimiento… y en el goce también. Pero los de estas lomas no nacimos con estrella sino estrellados contra el mundo. Oscar: la vida pasando hojas de vida, y nada. No aguantó su destino de miseria, se pegó uno de 38. Rompió el hilo que lo ataba al paisaje. A lo Vietnam. Usted no imagina qué llega uno a sentir en este país, donde hay perros de ricos que viven mucho mejor que nosotros…


    Otra cosa que odio: Dick Treicy y su diamante…
Me gocé, la salsa. Aquí hasta en los buses más destartalados. Cabina del chofer: altar-mayor-multifuncional. Tremendo-sonido-video, santos-botellitas-de-licor, Cristos-carritos-de-colección, chapulines-gozando-vírgenes, yo-corazoncito-algo. El zapatico del primer hijo, la tanga de la última novia. Luces, letreros: “Mini-t-k-rodante”. “Cambio 1 de 30 por 2 de 15”. “No traiga machete, aquí le damos”. “De su cultura dependen los machetazos”. Eees-té-ti-ca, sa-biduría del ruedo, llave. Filosofía de la vida ¡Poesía de la violencia! Pero no pierdas la calma, juventud…





II

    El miércoles fue la goma por la patecabrísima, a lo Tarzán: rebien. Preciopreciosísima: 6 lucas. Lo que es breve: sentirla volar de una mano a otra como un pájaro obediente. Y arreglarla: yo tenía un cordón negro con el que había medido el cadáver del finao Cabecetarro. Se lo amarré a la cacha. Uno reza con fe al alma del finao, el cordón lo vuelve inmune a los tubos y a las platinas de los demás. Y al que se la meta, así no sea nada grave la herida, se muere. Con una de esas quiñaron al Cabecetarro. ¡Sabe porqué lo mataron? “Aunque Usted No lo crea”, de Ripley. Por hacer obras de caridad cristiana, impedir la violación de una pelada. Eran varios. La gente que vió el tropel dejó que lo mataran. Los que la cometieron ya los tenemos ubicados. Les vamos a armar la guerra total, hartos contra hartos y con velocidad, como me gusta. Cuando estén en el infierno y pregunten: ¿Pero a qué hora llegamos aquí?, los diablitos les respondan: A ustedes los mandaron por fax. ¡Están viviendo tiempo extra! Bueno, y si uno se ata el cordón a la muñeca, ¿sabe qué?: tienen que rezar los tiros con que lo van a dejar a uno pegao pa poderlo matar. ¡Cuidao en el barrio, cuidao en la acera, cuidao donde quiera, que te andan buscando!…


    Vea, estos días le pegaron a Maldá. Ese man si había sido cagada desde chiquito. Y yo pregunté: ¿Dónde le dieron? Que en una pierna. Al rato llegó William Pepas: No, en la cadera. Después llegó Esquirla: No, en un riñón. Como siga preguntando y por casualidad sea con el Carro Loco que es otro sufrido, lo mata: ¡le trepa el tiro a la cabeza! Nada de nervios, parce. Hay que saber manejar la información. Más ahora que esto está reviolento. Usted le dice a un peladito de esos que no se han soltado de la falda de la mamá: Te doy $200 si le pegás una patada a ése que está parchado en la esquina jugando ajedrez. No al de gorra, que ese es Pepe-Todo-Bien, al otro… ¡Esos bebés van pa eso! El peladito se arrima un rato como viendo jugar, y, cuando menos se piensa, lo coge de inconsciente, ¡bum! Y sale tropeliado por estas gradas arriba. ¿Quién lo alcanza? Y Siloé tiene mucho hueco, parce. Aquí se le pierde uno a cualquiera. Esto es un laberinto. A la policía le da miedo. Ellos miran desde la calle, gradas arriba, gradas abajo, no más. Ni en grupos se atreven a entrar. Esto está-ca-ma-rón. Mire la paré de mi casa: hace un año, a las 6 de la tarde, estaba en la puerta. Aparecen dos tipos Moto-Rambotizados. Sin más sacan tremendas metras y comienzan a descargármelas. Chi-Chi estaba atrás en la cortina hablando con mi mamá y mis hermanas, se tira al zaguán, me ve en tierra echando sangre como una regadera. En medio del traqueteo jalo pa dentro. Como pudo me envolvió las heridas con tiras de sábanas. Después conmigo a la espalda, corrió las 422 gradas hasta abajo. Le hicieron retén a un taxi y al hospital. Esa noche mi gente me dio por muerto. ¡Qué contradicción! Chi-Chi, que me salvó la vida, finao. Y yo: aquí todavía…


    “Emputémonos, pero todos al tiempo, firmado: Nico”. Ese grafiti me gusta. Para hacerlos se necesita cerebro… hablando de cerebros: Dick Treicy Tres Jotas, ladrón de navajas…


    Una noche íbamos a bajar a un cliente de un lazísimo 18 kilates. Sin corte para comerciales sacó una cosota así, prendida, ¡bum! ¡bum!¡bum! Cada uno en retirada a su hueco, a su esquina-su-poste-su-pedazoe-muro. Mientras él repartía y le contábamos los tiros; nos le fuimos acercando. A lo kamikaze. Un proveedor no podía dar pa tantos. Calculé se le había acabado y le caímos. Ya lo teníamos logrado cuando ¡bum!, nos suelta el último cañonazo. Me pasó fue rozando la cara. Le quitamos la pistola, le armamos un coctel de pata y navajazos. Pa eso sirve el oro, pa morir elegante. Aquí hay noches, calles, hombres, con cara de difunto.


    Yo no le tengo miedo a la muerte. Pero veza, ¿le digo la verdad?: estoy mamado de tanto agite. Yo he ido a otros parches, galladísimas ásperas de puros traquetos, liebres con los de aquí para que arreglen por las buenas. Y me he ido descargado y solo. Llega uno, y qué: Ah, mirá, el chamo. Es del parche Los Indestructibles. El man: ¡cagadísima! Ha llevado 8 puñaladas, una vez le metieron 6 tiros, se salvó; otra, le dieron en la yugular, nada. Que se ha volado 3 veces del Valle del Lili. Que está rezao. Que tal y pascual. Por eso lo respetan a uno, si no. El problema, si uno ha sido cagada, y se regenera, en cualquier momento un man de otro parche lo deja pegao. Seguro, Llave. Las liebres no comen de ninguna. O con tanto federal en la calle, va uno y se los estrella. Hay que andar en la jugada, mínimo montado de patecabra. Sisas. A lo Victorino Moya. A veces pienso: uno nació en esto. Joder es malo, dejarse joder es peor. ¿Sabe qué?: esta historia la sacaron mañana. Léase antes que se coagule.


    Adios Jenny, ¡flaca-preciosa!: una noche de éstas voy a hacer un túnel hasta tu casa y te voy a robar. Estás como para hecerte un atentado.

    Cuando andan en grupo se ponen aletosísimas. Que este man tan picao, que malo pal catre, que yo no sé qué. Después de tanto amor tú te vas y me abandonas. Yo no puedo seguir así, buscaré a otra, a otra, a otra…


    Ahora el problema del Sida: Que Taití, Tudey, Sanamel-tubo. Instrucciones: si le queda pequeño, córtese la punta. ¡Uf! Como eso de ir donde las chicas malas que hacen cosas buenas, mínimo le arman una de antibióticos, queda uno como una botella. Y ahora: dizque matrimonio por computador. ¿Hasta dónde llegaremos, parce? Hasta el amor biónico. Mi mamá me dice: ¿Cuándo va a sentar cabeza mijo? Yo le digo: ¡¿Cómo voy a sentar cabeza cucha?! No sé cuál será el afán de casarse jóvenes. Y después: Sácala, llévala al cine, cómprale un ramoe flores. Prefiero vivir, parce…


    De mi familia, con la que mejor me voy, con la cucha. Los del parche, asombrados; una cuadrada más que un dado. Con 75 y todavía en la jugada. Es la rumba total. No hace sino montármela: Te vas a conseguir un Sida. Pero tampoco es como para casarme…
-Abuelo, “El Magnate de las Papas”. ¿Bien o pa qué?
Con una chuspa agradecida. Comida a estas horas, elegante. Esto se llama Compartir S.A.L.C (Sociedad Anónima de Lu-cro-Ce-san-te).


    Yo soy serio. En el camello que tengo ahora no me gusta que nadie me recoche. Algún pelao me reconoce, y que Mirá, el chamo, que tales y pascuales, pero no más…


    Estos días me tocó boliar maceta. ¡Que paré tan dura, llave! Ladrillo antiguo, macizo, grandote; con ese repello bien echao. Le mando el cincel con esas ganas, el maldito se devuelve todo ñato. Vuelvo y le meto ese porrazo. En esas me habla el contratista y ¡bum! Me golpeo. ¿Qué te pasó?, dice. El dedo palpitándome. Me quedé sentado aburrido-llenándome-de-odio. Me provocaba levantarlo. Tanto joderse pa sacar el mínimo, en este país: la mitad de una limosna. Chichipatos producciones, Maidín Colombia. Mientras en lo del parche he conseguido pisos de marca, lazos de 18 kilates, plata, motos y tubos. Y peladas. Sisarras. A ratos me dan ganas de aventurar a Bogotá: “La nevera Con Chimenea”, donde los pajaritos no cantan sino que tosen. A aguantar frío, a escuchar merengues en “Sumercé Stéreo”. Pero no. ¿Quién deja este pesebre panorámico y rumbero lleno de cielo, noche y salsa? Además, uno pa abrirse de un parche, solo casándose, como el Zarco. Claro: él no se casó, encontró fue una golosina.


    …Jenny-Jenny. Con tus senitos como puntas de trompos, ¡mucha bandida! Este barrio de tantas razas revueltas y con tantos nombres extranjeros. Si no fuera por las chapas no creería que estoy en Colombia.


    Las chapas son otro cuento. Que mellizo, Marrano, Tocayo. Que Cantinalhombro, Gallina Estéril, Perra Flaca. Yo soy el que más chapas bacanas ha colocado en este parche. Eso de las capas, puro destrabe, sabe. Como con los nombres de la marihuana: Que Siguaraya, Clorofila, Naturalia. Que Gloria Valencia de Castaño. Con la coca lo mismo: que Huevito, Manjarblanco, Pablo Escobar, Leche Klim, Vestido Bonito. Al que mete mucho perico le decimos Fabio Parra, porque anda detrás de Perico Delgado. Y lo regrave: el basuco. Que Susto, Diablo, Ninja. El que mete basuco está viviendo la vida de mañana, ya es historia y quiere morirse pronto. Vea: la droga y el tiempo son como esas balas especiales, entran sin más, penetran, caminan, lo revuelcan a uno y lo matan. El destrabe elegante: la rumba hasta amanecer. Al otro día uno está todo ojeroso, y qué: ¿Qué pasó?… por mi cuerpo pasó el huracán Martha Lili. Esa mujer tiene una forma de amar que descubre secretos de guerra escondidos bajo la piel y la historia de uno. Que bueno es vivir así, comiendo y sin trabajar. Ese tema es una nave. Pero los viernes me gusta parcharme aquí, a saborear la brisa, a escuchar música, sin tomarme ni una esquirla de aguardiente pa amanecer limpio. Vamos a ver a quien levanto mañana. ¡Malangas! Ese es el destrabe de todos los sábados. Si no juego un sábado, si no quemo energía, no me siento bien. Claro, el domingo también se juega. Pero el domingo ahí si uno todo enguayabado, y empieza ese solazo a quemar, ¡huy! A las doce del día con ese calor tan áspero; no se sabe si reír, llorar, gritar o salir corriendo de esa cancha. A la final, si ganamos: la loquiza total. Si perdemos, pues también. Vive la vida como la debes vivir y nunca intentes subir, donde no puedes subir.





III

    Miren quien baja: el peludo ése. Le decimos Harry El Sucio. Cada que puede te da en la espalda. Ayer cogió a su mujer-cita: directos de izquier-dista, ¡tuk, tuk! Tremenda boca moradísima…
-¿Cuál es tu pedal gorila pa encenderte?!…


    -¡Los tombos, los tombos! Nada de pánico, parce…


    Hablando de enamorados, vea le hago inventario de Dick Treicy Johnsson: uniforme-mente-oliva, chapa número-ni-pa-un-chance, treinta-y-ochísimo-cacha-ortopédica. ¡Mucho Federal! Dick Treicy Tres Jotas. Cada subida al barrio nos comete unas raqueteadísimas violentas. Nos coge de la pretina: fun, fun, nos sacude. Nos tiene en la mente. Si uno revira lo prende a lo Picapiedra: a empujones y patadas. ¡Bacana tu moto! así le dañan el corazón a uno, lo envenenan.


    Habré perdido la calma, no el oído: en Las Delicias el viejo Nelson está colocando La Culebra, de La Conspiración. ¡Un retema!
Anoche acababa de decirles: Parces, que calma más fea… Cuando ¡fun! Nos cae Dick Treicy Jet, sin dejarnos tiempo siquiera pa una fuguita linda. Estábamos dando pulmón. Nos puso contra la paré. Yo acordándome de mi estrene, Precio-preciosa. Sin dar visajes, parce, pero sintiéndome culpable total. Anoche, precisamente, se me escapó un Cójala-Sssuave. ¡Umh! Me cogió de lubricante: Venga usted para acá, que tales y tales; empujón y patadas. ¡Que piedrísima! Mientras más nos raquetiaba, pensaba yo: Una noche de éstas le meto una molotov, lo quemo con rancho, moto, y todo, ¡tres veces! Se ha complicao tu problema, yo vine pa echar candela. Rey Barreto. El Rompecueros. Sisas. Está buscándose una muerte bien horrenda, pensaba yo. Y aunque me identifiqué de ciudadano me estaba enyesando la patecabrísima, seis pesos de los grandes. Y que: Agradezca que es diciembre y no me lo llevo a usted también. La policía de esta ciudad es más áspera, así uno esté limpio y tenga papeles, si quieren llevárselo se lo llevan. Ellos mismos imponen el desorden.


    Antes por eso yo hubiera cascado a ese pegajoso, lo hubiera puesto en su sueño. Pero soy un man que ha recapacitado. Entonces me acordé, y comprendí que había valido la pena esperar tantos días con ese diamante pagando olvido en el fondo de la billetera, sólo pa gozarme aquel momento. Navajas, él podría enyesar muchas: diamantes, no. Fue cuando ví la gestión:


    -Mirá ve…


    -A ver yo veo.


    -La piedrita es agradecida, a lo bien…


    ¡Uf, ¿cómo fue-tez?! No más abrió sus ojísimos, se delató no más. Bisnis ar bisnis. Reconquisté mi patecabrísima-seis-lucas.
Olvidaba decirles: Los Circones, como dijo la señorita de la joyería que se llaman los diamantes artificiales, son a sólo $100
Lo dejé sanito. ¡Abrite, viejo tal, la vuelta es breve! Esto está ca-ma-rón. Pero, ¿saben qué?: no perdamos la calma, juventud.

Bogotá, mayo 4 de 1993




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Las cartas de Marsella. Cuento de Eduardo Delgado Ortíz

Cuento publicado con autorización de su autor








    Era fin de año y en la casa de J. había fiesta. La orquesta, El son de Cali, estaba tocando Aires de Navidad. Los invitados, que en su mayoría eran familiares y algunos amigos, bailaban con mucha alegría. Faltaban treinta minutos para las doce. La algarabía se dejaba sentir por todo el barrio. Los vehículos pasaban haciendo chirriar las llantas. La ciudad como un pulpo de pecas brillantes en medio de la noche parecía gozar a una velocidad que enloquecía a la gente.


    En la segunda planta de la casa se iba a realizar un rito. Era uno de esos tantos agüeros que tenía J. precisamente en esa época del año, y para tal circunstancia había llamado a su pitonisa, para que le leyera las cartas. Mariela (así se llamaba la bruja) ya tenía dispuesta una mesa con mantel blanco doblado en cuatro. Un candelabro chorreado de esperma zodiacal verde, azul, amarilla. Las velas rojas estaban encendidas. Había, además, dos cristos (uno de cada lado), un vaso lleno de agua, un plato con 34 uvas y un libro negro. Mariela, trigueña y gorda como un bagre, tenía una cara ancha y unos ojos redondos que miraban fijo. Vestía con un traje largo, blanco, estilo santera cubana. Llevaba un collar de semillas de chaquira color rojizo intercaladas con borlas de oro; muñequera del mismo estilo y anillo con piedra de amatista. El tocado cumplía el efecto de darle al ambiente un dramatismo realista. Estaba sentada en un gran sillón esperando a J. con mucha paciencia.


    J. entró pisando duro el lustroso mármol de la oficina y sus ojos pardos se vieron más claros bajo la siniestra luz eléctrica. Traía las manos en la solapa del frac negro y regalando una sonrisa a la mujer, la saludó con efusivo aprecio. Transpiraba un suave perfume francés. El mobiliario era neoclásico, de madera natural color miel. A él le gustaba esa decoración. Se sentó en la majestuosa butaca. Satisfecho, respiró hondo. Luego se puso de frente a la mujer.


    La pitonisa prendió el incienso y el humo gris – verdoso la envolvió con cierta fuerza poderosa. Acto seguido barajó las cartas del tarot. Vista en esa actitud, traslucía un respeto maléfico. A J. se le ocurrió que esa imagen la había vivido en un sueño. Ella, sin más preámbulos, partió las cartas en dos. Abrió una colocándola boca arriba, sentenció:


    -Por suerte, El Colgado –dice, dando a su tono de voz un matiz profundo. –Una parada en el camino a pensar. Reflexión que a la larga es recompensa. Indica posibilidades diversas, que toca su vida en dinero y amor. Alrededor suyo hay personas claves (tienen que ver con los negocios). Están en posición delicada, muy delicada y exigen, digamos, su sacrificio. Frente a esa actitud, usted debe tomar decisiones. Decisiones que debe medir con mucho cuidado y, como sea, le van a enredar su vida. Es una tempestad la que se avecina.


    Calla, y parece que sus palabras quedaran vibrando en el aire como verdad definitiva. Finge un gesto sumiso, amable. Con sus ojos redondos de mojarra, observa ligeramente el rostro del patrón, y en un blanco han acertado sus palabras que interpretan el futuro. Yergue su cuerpo pensando que él no ha sido generoso con ella. Y piensa: “¿cuántas veces no le anticipé una traición a muerte, o un mal negocio? No me dio ni las gracias. Unas cuantas monedas recibí como recompensa. Pero eso sí, estaba listo a llamarme cuando estaba perdido entre al oscuridad. Que se muera”.


    J. tiene clavada la mirada. No confía en nadie, pero la bruja era acertada. “Otra cosa es que la maldita me conoce muy bien para mirar en la oscura agua”, piensa. “Si, como dice la bruja, con don Miguel en la cárcel, la cosa cambia. Va a obligarme a seguir bajo su control. De seguro va a pedir que me sacrifique por él. Ha sido u socio ocasional en algunos negocios, ahora quiere ahorcarme con sus favores. Ha ganado mucho dinero. Todo recíproco. Tengo algunas deudas que cancelaré y seré leal mientras no se meta conmigo”.


    La maldita duda y el temor empiezan a carcomerle los huesos y un dejo de aburrimiento se refleja en su rostro. Lo que menos desea ahora es una guerra en desigualdad de condiciones. Respira hondo, muy suave para no mostrar contrariedad. Piensa: “Los hombres no lloran”. Inútilmente mira una escultura de bronce de un maestro mexicano, al tiempo que la pitonisa abre otra carta y continúa:


    -La Rueda de la fortuna –dice esta vez dando a su tono de voz un carácter humilde-. Hay un nuevo ciclo en su vida. Es una ley del destino que tiene que pagar. ¡Mire!: El Carro con los dos caballos; es decir, una masa y dos polos dinámicos. Dos máscaras que indican dos apariencias en la realidad. Habrá movimiento. Está obligado a ello y lo arrastran y lo obligan a moverse. Usted debe empezar a buscar un espacio oculto, y debe tener a su disposición buenas armas. También dinero, agua y alimentos para sus hombres. Veo un encierro largo y duro. _Respira hondo, lo mira, siente que ha empezado a sudar. “Que se muera”, piensa. Continúa: tres mujeres intrigan por sus intereses personales, rencor, maltrato. Sometidas a la vergüenza del concubinato. Se creen con derecho propio. ¡Cuidado!, otra, una mujer trigueña y una india; amiga ocasional de cama y negocios están por venganzas guardadas, hay en ellas mucho odio. Las veo en el camino, desnudas, con los brazos abiertos y el puñal en la diestra, esperando para traicionarlo.


    La pitonisa bebe un trago de agua y sabe que ha enterrado la mano en el turbio destino del hombre. J está desconcertado. Adivina el curso de los pensamientos de la mujer y trata, inútilmente, de esconder su temor. Siente como si lo estuvieran apuntando con un arma, no sabe por qué, pero siente eso. Tiene la boca pastosa y quiere tomarse un trago. La cava de licores está a la mano pero él no es capaz de moverse, está como adherido al asiento.


    La estruendosa rumba en la piscina penetra por los calados de las puertas, y un rayo luminoso de bengala se abre junto a la ventana despejando colores diversos. La pólvora sigue explotando en el aire, adornando la noche con sus colores.


    J. mira estallar la luz de bengala al tiempo que mira el humo alrededor de la mujer que tiene ojos de pez. “El sueño. Si, esa visión que tenía al frente era como en el sueño. El hombre tras los barrotes lo señalaba y al momento él ya estaba dentro de un cajón negro… su rostro era difuso. También había una mujer de luto disputando unas joyas… vociferando”. J. piensa que todo es una coincidencia. Vuelve a estallar la luz de bengala. Piensa: “Don Miguel envió a su secretario. Supongo que quieren cobrarme todas las cuentas para presionar. Lo más probable es que se aseguren por adelantado confiscando negocios, propiedades. Saben que en las actuales condiciones es imposible tener dinero en efectivo. ¿Qué más pueden estar tramando?”. Todo coincide con lo que dicen las cartas.


    Siente el calor y se quiere quitar el saco, pero no lo hace. Enciende un cigarrillo.


    -Continúa –dice él, con tono agrio. Era como si la maldita tuviera la verdad en la boca.


    Ella abre otra carta:


    -Por lo que le va a suceder: El Rey de espadas está en una batalla que ha de librar contra viento y marea. Debe apoyarse en sus amigos. Debe buscar alianzas. -Por lo que a la casa llega: dos negocios por medio de transporte. Habrá dinero para usted-. La pitonisa ve una carta mala y la pasa por alto. Está asustada. Empieza a dudar de sus torcidos pensamientos. No todo pueden ser desgracias, piensa. Con voz suave continúa:

    -Ahora bien, veo para su persona una carta con noticias de luto, en otra ciudad. Lo acompaña un As de triunfo, como quien dice en el fragor de la lucha y de la intriga que en la sombra se teje contra usted, lo acompaña un triunfo. Una satisfacción, hay gente importante acompañándolo en la lucha. Pero, ¡ojo!, a usted le corresponde escoger sus alianzas. ¡Mire!: mujer u hombre; amante o amigo. ¡Cuídese! Es preciso agudizar la vista en el río turbio de la adulación, u descifrar el rostro de la hipócrita máscara. El Mago: van a emplear sus propias armas para pelear contra usted. Mire, El diez de espadas. ¡Peligro!.



    Ella ha optado otra posición a favor de él. Como sea, ha sido su benefactor y le ha dado de comer.


    J. tiene ahora el codo derecho apoyado en el descansadero de la silla y la mano en el mentón. Mira afuera a través de la ventana el opulento cielo gris, amenazando lluvia. “La vida es efímera”, piensa. Vuelve la mirada sobre la escultura de bronce. Un regalo de don Miguel el año pasado, cuando cumplía treinta años. Abrazos y alabanzas. Desde entonces todo ha cambiado. Rico, joven. Un dineral esa vida. Comprar tierra y caballos es una inversión costosa para mantener activa. Tampoco todo era malo. El chino ya había coronado y la utilidad estaba destinada a limpiar su imagen. Ahorrar. Había que pensar en todo.


    Escucha lo que la mujer le dice:


    -La casa, nuevamente: Habrá una mudanza constante por seguridad, pero usted tiene un problema que resolver para su bien. Es demasiado liberal, confiado. La discreción debe ser su conducta, el teléfono es un aparato de cuidado. También veo nostalgia en su persona por celos. Veo una mujer con ojos ardientes. A usted le gusta ella, se siente atraído… Romance… En sus lazos de amor están sus tres mujeres. Solo una resistirá a su lado. Lo veo acompañado de dos hombres, son dos amigos leales y puede contar con ellos. Nuevamente, en esta carta, la mujer de ojos ardientes; es blanca, cabellos negros y muy bella. La pitonisa oculta algunas cosas. El miedo se asoma a sus ojos y los baja para que no la delaten. J. percibe lo que ella guarda. Y piensa: “Las tres mujeres podrían vivir sin mí, pero no sin mi dinero. No conozco a ninguna mujer quejarse por su buena vida. Todas lo aceptan y cada una a su manera. Las mujeres del sueño estaban de negro y tenían los labios pintados de rojo.


    El calor es insoportable. Él tiene rabia, y siente un peligro inminente. La pitonisa suda, respira profundo, se concentra, dice:


    -Su actividad económica va a dar un vuelco. Como quien dice, es temporada de vacas flacas. Aunque, mire: El rey de oros. Tendrá dinero, pero no será abundante. Por otra parte, va a realizar varios viajes al exterior. Aquí veo cuentas por cobrar. Hay dos cambios, no se sabe si para bien o para mal; pero de usted se va a hablar mucho. Mala prensa que usted tiene que limpiar, arreglar desde ahora. Esto repercute en su hogar. Una preocupación bastante grande por intriga de una mujer que tiene mucho poder. Ella sabe muchas cosas. Es un peligro para usted y para varios personajes importantes del gobierno. Es, por este lado, de donde vienen las intrigas…


    La pitonisa percibe la muerte rondando a este personaje y a él enredado en el siniestro de la mujer. Duda, calla. Continúa:
-Lo van a culpar por algo que no hizo… A consecuencia de esto hay muchos cambios en su vida, en la casa, en el trabajo, en la suerte. Muchas innovaciones. Veo una ciudad grande. Un barrio popular, una casa de su niñez que nadie conoce y es segura. Es una casa humilde donde se va a esconder. ¡Ah caramba! En medio de este caos hay un golpe de suerte. Corona un trabajo por lo alto que le dejará buenos dividendos. Se mueve por las altas esferas. Pero, como ya le dije, todo se repite. Tiene que cuidar cada centavo para las épocas de guerra. El As de espadas a la derecha es el guerrero y está con usted más en la noche que por el día. Pero…, nuevamente el hombre del trono. Es un ser muy poderoso. Necesitan un chivo expiatorio para borrar sus huellas comprometedoras. Hay una mujer asesinada y a usted le echa el agua sucia. Es la misma mujer anterior, que tiene mucho poder. Ella es mona.


    J. la mira con desprecio. Inconscientemente piensa en la Mona, retrechera, su protectora y la socia de don Miguel. Esto lo pone iracundo y no puede demostrar lo contrario. La lectura ha sido una porquería, o una azarosa verdad. Masca chicle y está por tirárselo a la cara y mandarla a comer mierda. Afuera, en la piscina, estallan luces de bengala, en el mismo momento escucha a la pitonisa decir:


    -Faltan cinco para las doce, y como dicen las tres brujas: el mal es bien, y el bien es mal, cortemos el aire y la niebla. Quememos el año viejo y abracemos el nuevo, y que sean cinco cartas de las Arcanas Mayores las que aclaren la neblina, con una luz. Escoja:
J. toma las cartas con indecisión y las pone sobre la mesa. El humo y el olor a incienso son más fuertes. La llama de la vela roja se agita. Luego se apaga.

    Con voz inquietada la mujer dice:



    -El amor atrapa su corazón y lo que tanto desea se hace realidad… Es alegría y es dolor. La mujer de los ojos ardientes es deseada por hombres ricos. Será suya. Habrá problemas… pero será suya. Hay un hombre muy cercano a usted, poderoso. Usted sabe quién es él. Teje la red y decide su destino. ¿Cuidado! Confabula con dignatarios, para bien de él y del hombre del trono. Sin embargo, mire esta carta: el hombre esquelético con la guadaña, rasga el espacio con sangre, caen cabezas. A usted no lo toca. Se inclina. La muerte ronda al Ahorcado y la Torre, se desmorona como catillo de arena… Va a perder mucho dinero, y si no se cuida, la libertad… ¡Que digo! ¡Perdóneme!, no leen mis ojos sino problemas. Perdóneme… -La pitonisa tiembla. Sabe que se ha desbocado.


     J. se ha puesto de pie y se siente atrapado por la angustia; tiembla, suda. Escupe el chicle sobre la mesa, sobre las cartas, putiando a la mujer. Tiene la pistola en el cinto y la acaricia. La imagen del espejo es irreconocible.


    Sale como un diablo de la oficina. Afuera, en la piscina, hay 
éxtasis. La fiesta está en pleno apogeo. La orquesta hace sonar las trompetas. La familia, los invitados lo abrazan, y se ponen contentos de verlo. Él siente desconfianza de todos; bebe un trago de whisky doble, fingiendo una sonrisa. Bebe otro trago. Quiere olvidar su angustia. Una mujer divina, que él ya ha visto en la portada de una revista, lo mira. Se encuentran los ojos. Vuelve a tomar otro trago con sed.


    En el cielo estallan los fuegos artificiales. Feliz año nuevo, reza un globo hechicero, agitándose en el aire.


    J. mira a la mujer de revista avanzando hacia él. Tiene ojos ardientes y un cuerpo fenomenal. Sus dos amigos de confianza lo besan. La familia ríe. “Feliz año nuevo”, escucha que le gritan. “¿Cómo te llamas?” “Esmeralda”, dice ella. Él siente que esa mujer le gusta; piensa que debe ser la misma de las cartas, y sonríe con amargura. Por dentro le carcome un solitario gusano. “Voy a joder al destino”, piensa, bebiendo otro trago. “Feliz navidad”, gritan todos con alegría.


    Un trueno retumba en el cielo sin estrellas. La tempestad no está lejos.












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